Trump y sus asesores han introducido al país en una nueva era política de posverdad, en la que se cuestionan los hechos y se utilizan ficciones para conseguir objetivos políticos.
Steven Lee MyersStuart A. Thompson
Por Steven Lee Myers y Stuart A. Thompson
25 de marzo de 2025
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En su primera sesión informativa como secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt dijo que estaba “comprometida a decir la verdad desde este podio todos los días”.
Momentos después anunció que el nuevo gobierno había bloqueado un contrato de 50 millones de dólares para la compra de preservativos en Gaza.
“Es un despilfarro absurdo del dinero de los contribuyentes”, dijo.
También era una afirmación absurda, improbable a primera vista y rápidamente desacreditada. Se concedieron millones en subvenciones federales para prevenir las enfermedades de transmisión sexual en Gaza, pero en la provincia de Mozambique, no en el territorio palestino.
La afirmación de los preservativos se hizo viral de todos modos, filtrándose en el discurso político que el presidente Donald Trump ha utilizado para justificar su arrollador impulso de recortar drásticamente el gobierno federal.
Los primeros cuatro años de Trump en la Casa Blanca estuvieron repletos de declaraciones falsas o engañosas: 30.573 de ellas, o 21 al día en promedio, según un recuento. Sin embargo, en ese entonces sus colaboradores a menudo intentaban restar importancia o contener el daño de las falsedades atroces.
Esta vez, a Trump se le ha unido una camarilla de funcionarios del gabinete y asesores que las han amplificado e incluso han difundido las suyas propias. Juntos, están institucionalizando efectivamente la desinformación.
Aunque todavía es pronto en su mandato, y muchas de sus órdenes ejecutivas se enfrentan a desafíos legales que podrían mitigar el impacto de cualquier falsedad que las impulse, Trump y sus asesores han introducido al país en una nueva era política de posverdad, en la que se cuestionan los hechos y se utilizan ficciones para conseguir objetivos políticos.
Trump justificó los indultos a cientos de alborotadores condenados por la violencia, incluidas agresiones a agentes de policía, en el Capitolio el 6 de enero de 2021, sosteniendo que “no agredieron” a nadie. Atacó a Canadá, aliado de la OTAN, afirmando que el fentanilo cruzaba la frontera, cuando en realidad menos del 1 por ciento de la droga se rastreó desde ese país el año pasado.
Brooke Rollins, secretaria de Agricultura de Trump, se jactó en la red social X de haber cancelado un contrato de 600.000 dólares para estudiar los ciclos menstruales de los hombres transgénero, cuando en realidad la subvención financiaba un estudio sobre el uso de fibras naturales como el algodón, la lana y el cáñamo en productos de higiene femenina.
Robert F. Kennedy Jr., el escéptico de las vacunas que ahora dirige el Departamento de Salud y Servicios Humanos, afirmó que la vacuna contra el sarampión mata rutinariamente a gente cada año, aunquelos científicos dicen que eso es falso.
Audrey McCabe, analista de Common Cause, una organización no partidista de vigilancia del gobierno, dijo que el actual gobierno había seguido una estrategia de “sobrecarga de desinformación” que estaba abrumando no solo a sus oponentes, sino también al sistema judicial.
La afirmación de los preservativos se hizo viral de todos modos, filtrándose en el discurso político que el presidente Donald Trump ha utilizado para justificar su arrollador impulso de recortar drásticamente el gobierno federal.
“¿Cómo podemos hacer frente a esto cuando procede de quien fue elegido presidente y de quienes ha decidido tener cerca?”, dijo.
Las falsas narrativas que antaño se filtraban en los rincones más oscuros de internet ahora son promovidas por Trump y sus designados y amplificadas por una cámara de eco mediática, enturbiando el discurso político y agravando una erosión más amplia de la confianza en las propias instituciones.





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