Dicen por ahí que con la edad se va perdiendo el romanticismo. También dicen que hay amores que matan. Bueno, no son verdades absolutas, pero hay situaciones que de alguna manera justifican lo dicho.
Es el caso de un señor de edad provecta que quiso requerir de amores a una dama joven. Bien vestido y aliñado, se presentó ante ella con un ramo de flores, como dictan las normas. Con mirada de borrego degollado y el ramo de flores en la mano, el citado caballero hincó una rodilla en tierra, como también dictan las normas. Hasta aquí, todo bien.
Las normas dejaron de funcionar cuando, entregadas las flores, quiso ponerse en pie. Inútil fue el gesto de la dama de tenderle la mano para ayudarlo a pararse, se necesitaba un apoyo más fuerte y, como no lo había, tuvo que recurrir al penoso procedimiento de sentarse en el suelo.
Ni normas, ni romanticismo, ni nada. Una dama de pie con un ramo de flores en la mano, sin saber qué hacer, y un señor sentado en el suelo, adolorido y deprimido. Como para una selfi.
Siguiente intento: las dos manos y rodillas en tierra. Buena posición para gatear, pero no para levantarse cuando falta la fuerza y sobra la artritis. Vuelta a sentarse.
—Si quiere le pido ayuda a un amigo.
El colmo de la humillación.
—No, yo puedo solo.
Pero del dicho al hecho…
Las manos más juntas y las rodillas separadas, luego al revés. Estirando las piernas, acercando más las manos a las rodillas. Con una sola mano y volteando un poco. Gateando hasta una pared y poniendo las manos en ella. Nada, como en el muro de las lamentaciones, pero de hinojos.
—¿Quiere usted que llame al 911?
También dicen por ahí que hay ocasiones en las que rendirse es lo sensato. Ambulancia, hospital, oxígeno, estiramientos, masajes, reposo y terapia.
De las flores, supongo que se marchitaron, es la ley natural. De lo que si estoy seguro es de que, si el caballero vuelve a las andadas, las flores las entregará de pie o cómodamente sentado en una silla o en un confidente de los que hay en los parques de mi ciudad. A menos, claro, que sea un idiota contumaz.
PFRG–
Pedro F. Rivas Gutiérrez





y luego