Por: Jota Ce Ce
COLLAGE: ¿ELECCIONES O REFERENDUM?
La convocatoria este próximo 2 de Junio es a que los mexicanos elijamos a quienes deban ser nuestras autoridades, sean éstas a nivel municipal, estatales o federales. Destaca sobre todo la del próximo presidente de la República. Pero existen dudas, muy razonables por cierto, de que desde el palacio nacional el sesgo sea que el presunto día comicial sirva para esencialmente, sirva como una especie de referéndum de si la popularidad de Andrés I es real.
No es que se trate de elegir mediante el voto de los mexicanos un proyecto de Nación, que ninguno de los candidatos se ha asomado a presentar, se han esbozado, si, algunas ideas, se han atrevido a sugerir modificaciones al cómo estamos, han deslizado variantes que parecen urgentes y necesarias pero no han emitido el bosquejo de país que prometen acometer para su realización.
Por un lado, opositores proponiendo desterrar el régimen actual que durante cinco años se ha basado en una especie de régimen autárquico, basado en el más rancio del presidencialismo, que opera bajo esquemas de los años 70´s y que se rige bajo los caprichos, filias y fobias del Tlatoani en turno.
Por el otro, la sencilla simpleza de ofrecer más de lo mismo, de pretender construir un “segundo piso” de lo que supuestamente se ha forjado en el presente sexenio. No hay ideas propias, todo dictado desde el sillón presidencial, ideas que se repiten una tras otra ancladas en los “otros datos” que han sido y son dogmas de fé. Y claro, resaltado el proyecto de que los aportantes sean los menos para que vivan mejor los más.
En ese contexto, manejando los hilos de la cruzada votacional, Andrés I esperando que los votos sean por obligación a su favor, que reiteren que ha sido el presidente más amado por sus súbditos y que le digan al mundo que su gobierno forjó un país tan diferente que debe ser reconocido por haber sido, efectivamente, una Cuarta Transformación.
Que nadie observe hacia afuera entonces, que dejen de prestar atención a detalles, nimios diría el clásico, de que han sido años de desmantelamiento institucional, de “cacharrizar” la vida nacional, de militarizar el quehacer gubernamental, de dejar de ver el sangrado del tejido nacional, la violencia imparable en gran parte del territorio nacional, de la paulatina pauperización de la economía, fenómenos que no se detiene vía la gran cantidad de subsidios que se otorgan como dádivas clientelares no como forma de hacer justicia.
Los detalles, solo los detalles: uno ve y escucha como la magistrada Lenia Batres desfigura la imagen de lo que debe ser un integrante de la Suprema Corte de Justicia de la Nación al regirse por su ideología, por su rígida adoración a llo impuesto por Andrés I. Lo suyo es balbucear términos jurídicos que intentan, con vano afán, de cambiar desde ya el marco legal de un país ya descubierto, ya construido, y que se desea reahacer bajo las ideas decimonónicas del Tlatoani en turno. Uno puede deletrear en sus intervenciones las aspiraciones de la secta que ambiciona seis, doce, dieciocho años más, cuando menos, para cristalizar este desgajamiento de México disfrazado de “desarrollo”.
Esa especie de universo paralelo en el que el sistema de salud se convierta en mejor que el de Dinamarca por obra y gracia de la palabra presidencial; que el sistema educativo no sirva para crecer porque es aspiracionista; en el que los apoyos al campo mexicano solo sirvan para conseguir votos, no alimentos.
El largo etcétera que se pone en juego al calor de la especie de referéndum que se avecina.





y luego