Traigo al pecho, con espasmo, el calor abotonado como chaleco blindado que me ahoga el entusiasmo.
Sumergido en el marasmo del bochorno calcinante, se desmorona el talante a niveles de quietud, se pierde toda virtud y se hace eterno el instante.
Pero entonces viro a ver a la gente de mi entorno que están en el mismo horno mas no dejan su quehacer.
¿Qué chaleco han de traer que los protege en verdad de tan fogosa crueldad? Serenamente observando descubro que están portando
¡chaleco de voluntad!
PFRG–
Pedro F. Rivas Gutiérrez





y luego