El Imperio de la Ley
Por Mario Fernández Márquez

Todo está consumado. Una vez más, Nicolás Maduro Moros, la noche del 28 de julio, respaldado por sus cómplices del Consejo Nacional Electoral (CNE), cometió un fraude monumental en contra del pueblo venezolano y se declara vencedor de las elecciones.
Una vez más, al antiguo chofer de autobuses sin carrera política previa ni cualificaciones profesionales o méritos personales para dirigir a un país, el hijo político de Hugo Chávez, engaña la voluntad popular y se autoimpone como Presidente, con ayuda del Presidente del CNE, Elvis Amoroso, militante chavista y fundador del Partido Socialista Unido de Venezuela.
El pasado domingo 28 de julio, todos vimos como se iba consumando el fraude electoral frente a nuestros ojos. Edmundo González, el candidato presidencial, apoyado por Maria Corina Machado, la líder del frente opositor a Maduro quien fue inhabilitada por Elvis Amoroso para contender en estas elecciones, anunciaba con el respaldo de la información de las actas electorales, que habían triunfado.
Esa información, al día de hoy, 8 de agosto, ya fue corroborada y auditada por la organización periodística “The Associated Press” quienes efectuaron una revisión documental de imágenes de las actas electorales, representativas del 96% de las actas existentes, y obtuvo los siguientes resultados.
De 10.26 millones de sufragios, Edmundo González recibió 6 mil 89 millones de votos, mientas que Maduro sólo obtuvo 3.13 millones de sufragios de las actas electorales dadas a conocer.
Ante este evidente fraude electoral y la falta de eficacia de las tácticas político-electorales para recuperar la normalidad democrática en Venezuela, cabría preguntarnos ¿dónde se encuentran los miles de soldados patriotas de Venezuela que podrían exigir la renuncia de Nicolás Maduro Moros? ¿dónde están los Generales de las Fuerzas Armadas que están viendo mancillada su bandera por una banda de ladrones chavistas? ¿dónde están los miembros de las Fuerzas Armadas venezolanas que ven a su país entregado a un narcogobierno cuyos recursos se invierten en países extranjeros como Cuba e Irán y no en su propio país?
La única solución viable a corto plazo para el fraude venezolano es la solución Pinochet. Recordemos que el General Augusto Pinochet, al efectuar un pusch militar exigiendo la renuncia del Presidente Salvador Allende, rescató a Chile de las garras del socialismo empobrecedor y corrupto comandado por Allende, quien en un arrebato de cobardía, se suicidó en el Palacio de la Moneda en Santiago de Chile.
El resto de la historia ya la conocemos, al tomar el control del gobierno, Augusto Pinochet, en los años venideros convirtió a Chile en una potencia económica regional y garantizó seguridad, orden y justicia a sus ciudadanos.
En el caso de Venezuela, frente al tribunal de la historia y la justicia de sus propios ciudadanos, tendrán que rendir cuentas no sólo Nicolás Maduro Moros, si no también su esposa, Cilia Flores, el diputado Diosdado Cabello, Vicepresidente de facto en Venezuela, el ya aludido Elvis Amoroso, Presidente del CNE, todos ellos con sendas cuentas en dólares en los Estados Unidos y paraísos fiscales, producto de la corrupción rampante y la narcopolítica que impera en ese país.
Desde México, los hombres y mujeres patriotas, demócratas y republicanos, seguiremos exigiendo la renuncia de Nicolás Maduro Moros y su enjuiciamiento por crímenes de lesa humanidad cometidos en agravio del pueblo venezolano por los delitos de asesinatos, encarcelamiento de opositores políticos, desaparición forzada de personas, traslado forzoso de personas por carestía económica para vivir, persecución política, delincuencia organizada y lavado de dinero, entre muchas otras conductas cometidas por ese sátrapa fraudulento y corrupto.
En otra opción de solución a este fraude, esperemos que la Corte Internacional de Justicia tome cartas en el asunto y autorice una orden internacional de arresto en contra de ese sujeto y todos sus secuaces, para que de una vez por todas, se termine esta tragedia que sólo ha traído muerte, crisis, hambruna y pobreza, a un país hermano como es Venezuela.
A Dios sólo le imploramos que proteja al pueblo venezolano con las palabras de su Salmo 59: “Líbrame de mis enemigos, oh Dios; protégeme de los que me atacan. Líbrame de los malhechores; sálvame de los asesinos”. Así sea.





y luego