LA CIUDAD «DE TODO YA ESTA EN CALMA»
Por José Maragal
La Imagen de aquella ciudad es de no creerse, la que fuera el gran imperio de uno de los más grandes carteles se encuentra inmersa en una histeria colectiva y no es para menos, la vida les cambio por completo, aunque se afirme que la violencia se volvió parte de la normalidad.
Las detonaciones de rifles opacan aquel silencio de las noches, las camionetas con blindaje artesanal van y vienen por las diferentes avenidas, encima de ellas rifles empotrados con calibres 50 como si fueran imágenes de guerra. los radios suenan como si estuviera en esperando a alguien y que a su vez reciben instrucciones de los grupos en conflicto.
Los soldados de inmediato montan operativos, pero les resulta poco efectivo al ser rebasados por la violencia a tal grado de que comentan «que para lograr la paz, no dependen de su trabajo, sino de que los grupos antagonistas no se enfrenten entre ellos» algo que suena ridículo para quien dice tener el orden.
Por las noticias de civiles anónimos reportan levantónes, ejecuciones, en los medios de comunicación muestran en ellos, la cruda realidad de cuerpos vejados por la violencia con un tiros de gracia o desmembrados en partes, encobijados o envueltos en bolsas de basura, acompañados ya sea unos u otros de sombreros o cajas de pizza.
El gobierno trata de mantener una falsa calma, diciendo que todo está bien, el ejecutivo dice que todo es producto de la prensa amarillista y regatea las cifras reales de lo que sucede, los gobernadores lanzan un comunicados diciendo «todo ya esta en calma» mientras los cuerpos de seguridad dicen cosas que ni ellas mismas están seguros.
En diferentes puntos tanto en el norte como en el sur se ven despojos de vehículos y se avivan enfrentamientos entre civiles armados. El transporte público deja de prestar sus servicios por miedo de que sus unidades resulten incendiadas y Miles de ciudadanos quedan varados en diferentes puntos de la ciudad, los que trabajaban de noche o de día en las diferentes aplicaciones tienen miedo a salir por ser levantados, es que la verdad «el miedo no anda en burro» Pero si en las aplicaciones de servicio de pasaje privado.
Los comerciantes cierran antes de lo habitual, el desabasto se nota, tanto en tienda de conveniencia, como en las grandes cadenas comerciales, las gasolineras tienen un horario especial, más las que prestaban servicio las 24 hrs.
En lo educativo son canceladas las clases por el miedo que se percibe en el ambiente. La misma ciudadanía se auto impuso un toque de queda después de cierto horario. En lo habitual es raro no ver vehículos circulando, ni menos gente a pie como es costumbre y es que jamás pensaron que les cambiase así la vida menos por la violencia.
Aquí es donde se aprende que Incluso no siendo filósofos, al menos en el sentido más común del término, algunos habían conseguido aprender el camino a medio cuidarse. Aunque Paradójicamente, no tanto aprender a refugiarse de ellos mismos, porque todavía no les había llegado el tiempo, sino a engañar a los otros para qué no les llegue su muerte. El tranquilizarse se borró de su diccionario, la palabra autoridad quedó rebazada por las situaciones caóticas y el sobrevivir se hizo más que una necesidad.
Porque para algunos que quieren ver el mañana saben que no hay de otra más que aprender, si o si, ya sea por las buenas o por las malas protegerse en una ciudad dependiente de la narcocultura y la violencia.
Ahora es cuando le toman sentido a lo que decía José Saramago implorando ese principio que caracteriza el libro de las Intermitencias de la muerte que tal cual dice:
«Al día siguiente no murió nadie. El hecho, por absolutamente contrario a las normas de la vida, causó en los espíritus una perturbación enorme, efecto a todas luces justificado, basta recordar que no existe noticia en los cuarenta volúmenes de la historia universal, ni siquiera un caso para muestra, de que alguna vez haya ocurrido un fenómeno semejante, que pasara un día completo con todas sus pródigas veinticuatro horas contadas entre diurnas y nocturnas, matutinas y vespertinas, sin que se produjera un fallecimiento por enfermedad, una caída mortal, un suicidio conducido hasta el final u homicidio, nada de nada como la palabra nada.






y luego