Asumo dos riesgos con esta nota, (no sé cuál será el más grave). Pero me tiene sin cuidado, el que no arriesga no gana.
El primero será inevitable, empecé con un gazapo y seré víctima de la aguzada e inquisitiva mente de mi amigo Pilo. La palabra nieteando no existe en la lengua española. Aceptaré con humildad la corrección de ese hombre sabio y cumpliré la penitencia, aunque no me arrepiento y por ello no espero el perdón. Saludos amigo Pilo, he aprendido mucho de ti y soy tu fan, aunque esta vez haya pecado conscientemente.
Lo que pasa es que a veces la vida excede la capacidad de un idioma para describir sus circunstancias. Resulta que tengo cinco nietos, dos niñas y tres varones, que se ocupan de mí y me enseñan. El mundo está loco, antes los abuelos les enseñaban a los nietos y ahora es al revés. No importa, está chévere así, ellos “abuelean” y yo “nieteo”.
Bueno, pues uno de los varones me dijo hace unos meses que se proponía retomar el estudio de un programa para hacer objetos en 3D y me preguntó que si me interesaría estudiar con él.
¡Pitos, flautas, bravos, fanfarrias y voladores! ¿Y cómo no así? Que un chamaco que se las sabe de todas, todas, en el mundo de la electrónica piense que un vejete casi antediluviano pueda seguirle los pasos en algo así, es el mejor elogio que he recibido en los últimos años.
Y aquí me tienen, con computadora y todo, estudiando como preparatoriano. ¡Qué paciencia la suya! Aparte de lo que cada uno estudia por su lado y que nos vamos comunicando por WhatsApp, nos reunimos un día fijo a la semana. Me ha llevado de la mano, ha respondido todas las preguntas, me ayuda a entender los errores y hacer las correcciones, todo ello con gran respeto a un principio fundamental: No hace las cosas por mí, me dice cómo, pero yo tengo que hacerlas.
Y ahí viene el segundo riesgo del que les hablaba. Me arriesgo con todos ustedes a que me llamen presumido. ¿Saben qué? Me vale.
Me van a entender todos los abuelos y las abuelas que han experimentado alguna vez la actitud de un nieto que los impulsa a recuperar la fe en sí mismos, a retomar las ganas de aprender y, sobre todo, hacerlo en su compañía. Es un cañonazo de vitalidad, créanme.
Así que me importa poco que se burlen de mi vanidad. Les comparto mi primera obra en 3D: una mesa de madera con su tapa de cristal.
Poca cosa, pero atrás de esa mesa hay un titipuchal de amor y agradecimiento. Y vamos por más.
PFRG





y luego