Por Sebastián Godinez
El Comité Nobel de Noruega decidió que el premio debería ser entregado a la lideresa opositora venezolana, María Corina Machado. La razón es la resistencia que ha emprendido en contra del régimen tiránico de Nicolás Maduro; la noticia fue bien recibida por la mayoría de la comunidad internacional quien aplaudió la valentía de la opositora quien logró articular a la oposición.
Sin embargo, este texto no es para realizar un recuento de Machado y sus hazañas frente a la dictadura socialista, sino para darle voz a los (malos) perdedores y a la serie de inconformes. El ejecutivo colombiano Gustavo Petro, no ocultó su incomodidad en su post de X; si bien felicitó a Maria Corina, también incluyó en su publicación a la ganadora del mismo premio pero de 2004, la profesora keniana Wangari Maathai, fallecida en 2011,
Petro ha tenido una relación tensa con la oposición venezolana debido a que se ha negado a condenar la violación de derechos humanos, el fraude electoral de 2024 y el terrorismo de Estado. En el mensaje es claro que el presidente evitó una felicitación personalizada; esto es polémico puesto que el mandatario que se identifica con la izquierda y lucha contra la opresión ha sido omiso ante la situación de Venezuela.
La segunda que se mostró incómoda por el premio a Machado, fue la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum. Durante la conferencia mañanera se le preguntó dos veces sobre su opinión y decidió que era mejor guardar silencio. Se limitó a decir “Nosotros siempre hemos hablado de lasoberanía y autodeterminación de los pueblos. No solamente por convicción, sino porque así lo establece la Constitución. Y me quedaría hasta ahí el comentario”. No es la primera vez que la mandataria guarda silencio sepulcral.
Lamentablemente desde el sexenio pasado, México con su silencio ha avalado la violación de derechos humanos, la opacidad, los fraudes electorales y el autoritarismo en Venezuela. Al contrario, se ha vuelto una constante el respaldo a los regímenes autoritarios, cobijada en los principios de no intervención y autodeterminación, Sheinbaum abraza a gobiernos antidemocráticos. Así como presidentA se escribe con “A” también Autoritarismo, Autocracia y Absolutismo.
Sin embargo, es paradójico que los principios de política exterior fungen como argumento para evitar la felicitación por un premio, pero no para hablar de la situación en Perú. Diez horas antes de la entrega del Nobel, el congreso del Perú avaló la vacancia contra la presidenta Dina Boluarte quien ejerció el poder desde el año 2022. Sheinbaum declaró que mantienen su apoyo al ex mandatario, Pedro Castillo, que fue destituido por dar un golpe de estado. López Obrador y Sheinbaum no han reparado en mostrar su apoyo a quien consideran “un preso político”, qué curioso ¿No?.
Ojalá Sheinbaum no haya esperado que el Nobel se le entregará a López Obrador; si ese hubiera sido el caso ya estarían preparando un festival en el Zócalo; tlayudas lloverían por todo el país y propaganda del expresidente ensuciaría las calles. Sin embargo, como no fue así, se limita a felicitar a una mujer que ha tenido la valentía de enfrentar a un tirano que ha sometido a su nación con el discurso vacío de una falsa revolución.
Otros de los molestos por la sorpresiva ganadora fue el presidente norteamericano, Donald Trump. En la semana se le preguntó si los intentos de alcanzar la paz entre Israel y Palestina era por el Nobel, a lo que respondió que no. Cuando anunció que había un acuerdo para frenar la confrontación, las redes se inundaron con posts, imágenes, videos y mensajes de apoyo al republicano con la leyenda “presidente de la paz”.
Es claro que la maniobra de Trump para anunciar el acuerdo con Medio Oriente buscaba dar un golpe de timón en el Comité Nobel. Veinticuatro horas antes de anunciar al ganador, el presidente logró frenar el conflicto bélico; en su cabeza y en la opinión pública sonó muy bien. Incluso se jactó de haber resultado siete conflictos bélicos en nueve meses de gobierno: Armenia-Azerbaiyán; República Democrática del Congo-Ruanda; India-Pakistán; Israel-Irán; Camboya Tailandia; Egipto-Etiopía; y Serbia-Kosovo.
La resolución de un octavo conflicto sin duda sería un logro para la administración Trump. Sin embargo, en un mensaje la Casa Blanca declaró que “se antepuso la política a la paz” en referencia a la entrega del galardón a Machado. Para trabajar por la paz y no por el premio, parece que esto generó molestia en Washington; sobre todo, porque se ha buscado un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania que están en guerra desde febrero de 2024.
Los cuestionamientos no solamente afloraron en América, sino que el presidente ruso, Vladimir Putin también dejó claro que “el premio perdió prestigio, al no ser entregado al presidente Trump”, declaró. La afirmación del ejecutivo euroasiático despertó la sorpresa en la opinión pública, puesto que las dos potencias enfrentadas no han llegado a un acuerdo para frenar la guerra en Ucrania, pero Putin mostró un guiño al inquilino de la Casa Blanca.
No son pocos los señalamientos en los cuales líderes mundiales han acusado una alianza Trump-Putin que busca repartirse el poder en Europa del este. En medio de la reconfiguración geopolítica los elogios entre ambos personajes han sido interpretados como una admiración, principalmente de Washington hacia Moscú. Ex asesores como John Bolton han dicho que Trump tiene admiración por los líderes que ejercen el poder de forma autocrática como Putin, Erdogan, Modi, Bukele, Maduro y Orbán por mencionar algunos.
En conclusión, las reacciones de diversos líderes mundiales no pueden ser tomadas a la ligera, sino que en ellos desvisten sus filias y fobias hacia la democracia, otras naciones y la institucionalidad. En medio de un mundo en proceso de reconfiguración el galardón recibido por Maria Corina Machado es un reconocimiento a la lucha por la democracia, el pluralismo y el respeto a la diversidad de pensamiento.






y luego