Por: Jota Ce Ce
MEXICO EN LA ERA DE JIM JONES: ANDRÉS I
Fue la del fin de semana pasado, una reunión en la cual lo privado amerita hacerse público, en la que abundaron los temas de los cuales nadie quedó ausente de comentar y es que el lazo común fue que todos los presentes comparten edad, vivencias y en algunos casos, experiencias de vida.
La promesa en la víspera, anunciaba el organizado de la reunión, fue no se iba a platicar de política, que el tema de las elecciones quedaba vedado por aquello de evitar choques y raspones. Eso sí, todos aceptaron las condiciones impuestas aunque no tardó en saberse que la aceptación fue de dientes pa´fuera. Llegado el momento, todos saltaron al ruedo.
Y es que no faltó quien lanzara la primera provocación al decir/comentar que el México de hoy le parecía a él poco parecido al Jonestown de Jim Jones, recordado pastor que en 1978 incitara al suicidio colectivo de sus más de 900 seguidores que residían con él en Guyana. Sin matizar lo expresado, remató su comentario: “este México símil de Jonestown lo dirige Andrés I”.
Ahí se desató el caos en la mesa, ¡faltaba más!, de improviso les surgió lo “facho” a algunos y a otros lo “chairo” revelación propia del nivel de polarización que ´priva hoy en el país y que resulta, sin duda alguna, de la voluntad e interés de Andrés por crear dicho clima.
A fuerza de insistencia, el opinador abundó en su comentario, que para algunos fue provocación a propósito:
“Jones era originalmente de formación presuntamente comunista y encontró en la religión un modo de vida, de hacerla negocio, de vivir engañando creando miedo (Jones fomentó entre sus adeptos la idea de que el “fin de mundo”, el Apocalipsis, era un evento cercano y que el anticristo estaba encarnado en el capitalismo”. Aquí una similitud: Andrés ha fomentado que el neoliberalismo nos acarreó el mal de la existencia de los conservadores y estos constituyen en esta parábola, el anticristo que citaba Jones.
Y siguió adelante quien soltó la opinión: “Andrés ha impuesto en sus seguidores la creencia de que hoy la verdad de los hechos se sostiene en su palabra, que lo suyo es lo único verídico, que su visión del país y del mundo solo puede entenderse y creerse a través de sus ojos”. Quien no lo hace así, se torna inmediatamente en adversario, se le acusa de conspirador, enemigo de su gobierno y ergo, “traidor del país”.
Lo expresado no tuvo respuesta inmediata, se intercambiaban miradas a manera de silente presunta de quién sería el encargado de la réplica defensora. Y no tardó en llegar la sentencia final: “solo falta que Andrés ordene un suicidio masivo… y no faltará quien lo siga”.
Ahora que fue el silencio, ¿quién refutaría que estos han sido cinco años de crear la obediencia ciega a cambio de la indulgencia que concede Su Alteza Serenísima, que no se ha de ir a su rancho (llámese como se llame) sin lanzar, como ya lo está haciendo, sus últimas tarascadas, que no cesa en aruñar y destrozar su personal Jonestown, el país de los “otros datos”, el de su sola verdad. Tal vez es sabedor que la historia lo juzgará en forma benevolente porque, ¿saben?, fue el país de sus sueños.
Y los adeptos, disfrazados ahora de “claudistas” la (casi)inmaculada, aplaudirán y dirán satisfechos: “todo sea por nuestro líder”.
La reunión afortunadamente no terminó mal; no hay nada que un bacacho, con su respetivo linón, no pueda aliviar.





y luego