Por: Jota Ce Ce
LA LECTURA DE LA HERENCIA
Mala cosa de medir la vida de una nación en sexenios y calificar el quehacer tomando como unidades de medida lo que supuestamente hizo o dejó de hacer la administración correspondiente, Y es que el lugar más común que se aplica es que todo se lo dejan al “juicio de la historia”.
Pero hay quienes han querido revertir la tradición, incluso desde el primer día de su mandato, imbuídos por la obsesión de ingresar por la puerta grande a los anales de la historia, magnificando obras y acciones, autoexaltándose ante las audiencias a las que se ha ido domesticando porque su intención es, y eso parece manifiesto, trascender más allá de seis años.
Pareciera, mera coincidencia, este estuviéramos hablando de Andrés I, autor y protagonista de uno de los períodos más cuestionados de la vida moderna de México, quien se ha sabido ahora que llegó al poder por vías nada convencionales, incurriendo en la deshonestidad agazapada en una autoadjudicada honestidad moral que muy lejos, en verdad lejos, está de ser cierta.
El mismo que ante el próximo 2 de Junio, día de las elecciones, casi exige que la gente le pague su entrega y los resultados de su administración con el voto a favor de su llamada “transformación”, que ante los ojos de mucho no ha sido más que una simulación impuesta con autoritarismo, a costillas de la división social y la unción mesiánica renovada de que “la ley soy yo, yo soy la verdad”.
Pero a Andrés I capaz y le asaltan las mismas dudas que aparecen en este espacio: ¿cuánto tiempo podrá sostener quien le suceda en el cargo lo que hoy se disfrazan de verdades y que no son sino fantasías nacidas del poder?
Suponiendo sin conceder que sea Claudia la Calca quien sea la sucesora, ¿se animará a contestar con sinceridad el estado real con el que recibe al país?.
Empecemos con el sistema de salud, hecho trizas y mantenido bajo promesas: ¿es hoy el mejor del mundo?.
Sigamos con la educación, ¿mejoramos exponencialmente en estos últimos seis años?
Y, ¡ah caramba!, ¿se creerá Caudia, se convencerá a sí misma, de que la Seguridad Pública convierte a México en casi un paraíso? ¿De que recibe a un país sin grandes problemas en materia de inseguridad?
Por otro lado, pregunta al aire, ¿será capaz de reconocer que México queda en estado de división social, que no ha existido desde hace años un sincero llamado a la unidad porque todo está centrado en que “o estás conmigo o estás contra mí”? Y es que Andrés I primero ha intentado convencer a todos de que la única víctima en el país es él, prócer y mártir. ¡Pobre egocéntrico!
Da el tiempo para hacerse estas preguntas y más, dan los días para reflexionar porque, ¿sabe usted?, falta ya muy poco para el 2 de Junio, tiempo suficiente para hacerse la idea de que este no es el país de Andrés I, el que nos ofreció bajo engaños y nos trata de convencer de que es el que vivimos. Lo suyo ha sido la farsa, la simulación “in extremis”, el uso faccioso del poder, escenario que quiere heredar y perpetuar y así lograr que por antonomasia (“justicia divina”, dirían algunos) las puertas de la historia se abran al sonar de su nombre.
¡Hosana en las alturas!





y luego