Por: Jota Ce Ce
LO DE SIEMPRE: EN CADA NOMBRE UNA ESPERANZA
En apego al ritual de cada seis años, el futuro presidente de México informa a la opinión pública los nombres de quienes habrán de integrar su gabinete de trabajo y como por arte de magia, surge algo parecido a la esperanza de que, ahora sí, los elegidos hagan algo de bien, vamos, que en serio trabajen por el bien del país.
En el antecedente más inmediato, como referencia, hace más de cinco años Andrés I dio a conocer a quienes se sumarían a su equipo y transcurrido el tiempo lo menos que se puede decir es que resultó un soberano fiasco, reconocido el hecho de que Su Majestad los escogió por lo que llamó los “grandes méritos”: honestidad 90 por ciento y 10 por ciento por capacidad. La mezcla fue todo un fracaso.
Del 90 por ciento que se les exigió pocos que pasen la prueba y como mejor ejemplo tenemos a Rocio Nahle, hoy gobernadora electa de Veracruz, quien llega a su nuevo puesto dejando detrás de sí una enorme estela de cochinero a su paso por la Secretaría de Energía, solapada por el Tlatoani a quien, creemos, se le hizo suficiente el 10º por ciento atribuible a su capacidad.
Y esto último suena más bien a gracia concedida luego de que Nahle hizo posible que se concretara (a medias) una de las obras faraónicas de Andrés I, la refinería “Dos Bocas” en Tabasco, la cual ha sido ficticiamente inaugurada dos veces, está sin operar, no refina ni un litro de gasolina y está manchada lo mismo por un despilfarro brutal de dinero que por el descarado manoseo de los millonarios recursos invertidos.
Ahí aparece uno de los méritos no reconocidos por AMLO para su staff: ser 100 por ciento incondicionales, leales a más no poder y alejándose de toda tentación de contravenir sus designios. Aceptar que palabra de Andrés es ley.
Ahora que Claudia quiere dejar de ser calca opta por nombrar a quienes hoy eventualmente se les reconoce como presuntamente aptos para el puesto, a quienes se les distingue presuntamente pasados con un quehacer eficaz en trabajos anteriores y a quienes se creen pueden pasar la prueba del ácido sin problemas. Vamos, que pueden pasar el pantano sin mancharse.
Uno esperaría que todos los nombramientos son decisiones directas de la próxima presidenta y no “recomendaciones” del saliente, quien nos acostumbró a tener secretarios de estado en calidad de floreros, dejó que se estrellaran una y otras vez con señalamientos de incapacidad pero los retuvo para que sirvieran de pararrayos. Sobran quienes se sostuvieron en el puesto “nadando de muertito”, aguantando lo que les pidieron aguantar, tragando sapos sin hacer gestos y celebrar lo propio como ajeno, que por cierto fue muy poco.
Aquí el tema es que surgen nombres que levantan esperanzas pero que estén atentos porque la mula no era arisca, así la hicieron. Van a tener que aguantar comparaciones y lo principal, la exigencia de que trabajen, algo que durante cinco años fueron pedradas a la luna, solo la voluntad del señor era escuchada.
Y junto a ello se percibe en estos días el peso que podrá tener en este proceso que algunos llaman “esperanzador” lo que acontece en Estados Unidos, el proceso electoral en marcha y que bien pudiera resultar en algo no muy agradable para México. La lucha entre Joe Biden y Donald Trump, algo así como la puerta entreabierta en la que se dejan ver muchos y muy variados retos para nuestro país.
Y no basta decir que nos irá bien “con quien sea”, Recordemos que USA no tiene amigos sino intereses así que cuidado con el tema y preferencias: no vaya a ser que se obligue a una nueva “doblegada”. ¿Verdad Andrés?
y luego