Por Sebastián Godínez
La tensión en el Caribe entre Estados Unidos y Venezuela ha escalado mediante la demostración de fuerza, hundimiento de embarcaciones y preparación de milicianos.
Sin embargo, los ojos del mundo esperan que ante una escalada, haya un cambio de régimen producto de la intervención militar.
Durante una sesión de preguntas en el Air Force One, Donald Trump declaró que no hay pláticas sobre un cambio de régimen.
Este se refiere a la capacidad de que el chavismo caiga para que el país transite a la democracia. Empero, en la transitología existe una escuela que postula que las intervenciones o guerras pueden democratizar a las naciones.
No es así de sencillo, al igual que otros fenómenos se necesita de otros elementos como la protesta social, la ruptura en la élite política, una escalada bélica y en algunos casos hasta una negociación.
En Venezuela a pesar de las protestas que se suscitaron por el fraude electoral del 28 de julio de 2024, estas han sido sofocadas por el chavismo y los intentos de María Corina Machado y Edmundo González Urrutia difícilmente podrían surtir efecto.
La violencia que caracteriza al régimen chavista es un elemento central para entender porque las protestas llamadas desde el exterior no tienen cabida.
De acuerdo a autores como Laraña o Tarrow, la esencia de un movimiento social reside en la capacidad de un liderazgo para encabezarlo.
Otro elemento es la política de las emociones, es decir, la capacidad de sembrar en la ciudadanía un sentir de movilización y que pueda enfrentarse directamente al gobierno.
Si bien hay liderazgos como Machado y Urrutia, no es suficiente puesto que al no estar en territorio, los opositores no logran pasar a la acción.
Existe actividad en redes sociales y presión mediante el ciberespacio, pero en la realidad, el miedo se mantiene como un factor que impide la movilización.
Sobre todo, porque Maduro ha insistido en el uso de la fuerza bruta para silenciar opositores y crear un baño de sangre.
Por otro lado, la élite política no está dividida al contrario se encuentra cohesionada y esto es vital para entender las transiciones. Independientemente de una intervención, la milicia y los empresarios, así como algunos grupos de poder fungen como cimientos del gobierno.
Las teorías de las transiciones muestran que cuando el sector duro y moderado se enfrentan, hay cabida para una transición.
Por supuesto, los moderados deben ganar la pugna para establecer mecanismos de liberalización política, es decir, sentar un piso mínimo de respeto a los derechos humanos y abrir canales en el terreno político.
Hasta el momento esta variable no se encuentra en la ecuación venezolana, sino que la cohesión se mantiene, todos alrededor de Maduro. El tirano de Venezuela es el eje articulador del sistema y hasta el momento mantiene la lealtad
Incluso no han aparecido voces oficialistas que llamen a la democratización del régimen o que sean lo suficientemente fuertes. Por ejemplo, durante la invasión a Panamá de 1989 contra Manuel Noriega se conjuntó el malestar del fraude electoral y la presión de Estados Unidos, lo que permitió la caída de su régimen.
Asimismo, debió existir una ruptura en la élite militar y política que permitió la captura del dictador, en consecuencia, se produjo el proceso de transición a la democracia.
Maduro no tiene una capacidad de convocatoria formidable, al contrario, son los incentivos (dinero, poder, espacios de representación y negocios cuestionables) lo que les mantiene unidos.
Mientras no haya una presión sobre estos intereses, la élite no se sentirá amenazada, sobre todo, porque el poder está repartido entre varias camarillas que han logrado fortalecerse a lo largo del chavismo.
Finalmente, la escalada bélica se mantiene discursivamente entre Trump y Maduro, siendo este segundo el que ha llamado al diálogo y en algunos casos ha tenido que desdecirse.
El mandatario venezolano pasó de llamar cobarde a su homólogo estadounidense a decir que “Marco Rubio quiere mancharle las manos de sangre.” Venezuela sabe que no tiene la capacidad armamentística para hacer frente a la potencia del continente, lo cual ha llevado a un proceso de moderación.
La experiencia histórica ha demostrado que líderes que se radicalizan frente a los Estados Unidos terminaron cayendo como Noriega en Panamá; Hussein de Irak; Gaddafie en Libia; o la presión sobre los Duvalier de Haití.
Sin embargo, sus caídas estuvieron marcados por otros elementos como las primaveras árabes, la Guerra del Golfo o la simpatía por otro personaje que sirviera a sus intereses.
En el caso venezolano no funciona así, puesto que la permanencia de Maduro en el poder significaría una negociación privada por recursos como el petróleo y los minerales.
A los estadounidenses no les interesa el tema de la democracia, mientras los presidentes o títeres de esas naciones respondan al capital.
Cuando cuestionaban al presidente Roosevelt sobre la dictadura de Anastacio Somoza respondió “es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.
La cita anterior refiere a que los Estados Unidos están dispuesto a negociar con líderes democráticos y autoritarios siempre y cuando respalden sus intereses.
Por lo tanto, la transición o el cambio de régimen no es un tema sobre la mesa para la Unión Americana. Para llegar a un punto de quiebre Maduro debería afectar los intereses del país del norte, cosa que no hará.
Finalmente, la caída del chavismo no se logrará puesto que Maduro termina siendo prisionero de su sistema represivo y corrupto.
En un escenario de transición mediante las armas, el autócrata debería negociar seguridad para él y su círculo cercano. Sin este acuerdo él no puede salir del poder debido a la colusión con el crimen, los acuerdos con la élite militar y empresarial.
Es paradójico puesto que son pocos los dictadores que logran dejar el poder y vivir para contarlo: Idi Amin de Uganda logró exiliarse en Arabia Saudita. Sin embargo, para los tiranos la permanencia en el poder es el castigo y en otros casos la muerte.
Personajes como Anastacio Somoza (Nicaragua) fue asesinado en 1979; Nicolae Ceaușescu (Rumanía) fue ejecutado durante la Revolución Rumana de 1989; Francisco Franco (España) murió en el poder en 1977; y Fidel Castro (Cuba) heredó el poder a su hermano.
La transición en Venezuela no se logrará mediante las muestras de fuerza en el Caribe, puesto que los intereses de Estados Unidos siguen intactos.
Asimismo, Maduro solamente tiene dos salidas: morir en el ejercicio del poder como diversos dictadores o producto de una rebelión armada dejar el poder.
Hasta el momento la primera opción cobra fuerza y es la más factible en el mediano plazo.






y luego